viernes, 12 de septiembre de 2008

CUENTANOS TU VERANO 08: otromiyo


Vacaciones: Tiempo en el que cambiamos nuestras rutinas de todo el año, tiempo para la libertad. Aunque a veces se limita a cambiar unas rutinas por otras.

Cambiamos la rutina del atasco para ir al trabajo, por la rutina de las caravanas para llegar hasta la playa.

Cambiamos la rutina del maletín de trabajo por la rutina de las maletas a punto de estalla primero y luego por la carga de sillas y tumbonas, bolsa con las toallas, la pala el cubo, la colchoneta inflable y la sombrilla (aunque en mi caso nunca llegué a cargarla porque el chaval se empeñaba en llevarla él aunque midiera el doble de su tamaño).

Cambiamos la rutina de arrastrarnos por el asfalto, por la rutina de arrastrar la silla del pequeño a través de la arena de la playa que actúa como un lastre (sin olvidarnos te que ya vas lastrado por el peso de todo lo anterior). ¿Para cuando el arrastre de silla de niño por la playa como deporte olímpico?

Pero el tiempo pasa (nos vamos haciendo viejos que cantaría Pablo Milanés) y llega un momento en que nos liberamos de los hijos (o ellos se libran por fin de nosotros) y por fin podemos plantearnos las vacaciones tal cual las deseamos. No más Mediterráneo, no más calor de la playa, no más arena en los bocatas de la playa.


Las vacaciones si pasan entonces a ser una aventura, un momento distinto, lejos de cualquier rutina, que comienza desde el momento mismo en que se decide el lugar al que vamos a ir. Queda mucho Norte que ver en España con menos de 25 grados mientras el resto de España disfruta de temperaturas próximas a los 40.

Ir al Norte ya es toda una aventura, porque no tienes como decía la canción “seguro de sol”.


Monasterio Poio en Galicia



Y salvo que vayas en un viaje organizado, cada día en un hotel distinto (¿qué sorpresa nos deparará el próximo?), tu eres el animador del viaje, el organizador de las actividades, el encargado de exprimir todo lo posible los atractivos del lugar elegido.

Para ello cuentas con la inestimable ayuda de las Oficinas de Información y Turismo, con las que contrastas la información previa que llevas y a las que intentas sacar toda la información útil posible.

¿Para que quieres ir a la Oficina de Turismo? ¿Para que quieres un mapa? Preguntas inevitables en todas y cada una de tus paradas. Pero sabes que debes hacerlo, pues luego eres tu el que no puede perderse, el que en todo momento va abriendo el camino, el que como un explorador va guiando y avanzando por un territorio hasta ese momento para ti desconocido e inexplorado.

Hay veces que llevas información previa concreta sobre dónde comer, pero no siempre es así, con lo que a mediodía empieza la otra aventura de la jornada, la de encontrar un sitio donde poder disfrutar bien y distinto de las delicias gastronómicas de la zona.

Y aquí es donde, si no llevo una información previa concreta, me fio del instinto de mi mujer, que no se como se las apaña para encontrar sitios realmente buenos. ¿O tal vez será que España está lleno de ellos y equivocarse y comer mal es lo más difícil?

Este año la aventura ha tenido lugar en las Rías Bajas de Galicia (paso de X), un lugar al que hacía muchos años que no iba, un lugar en el que pasé algunos veranos las vacaciones con mis primos, cuando Rajo no era aun Raxo, ni Sangenjo era Sanxenxo y no se había convertido en la playa de los pijos (¿o habría que decir pixos?) madrileños.

Y los recuerdos no casaron, porque estaban poblados de arena de playa, de partidos interminables al fútbol cuando la marea estaba baja. Y en su lugar encontré cemento y toallas.

Pero también descubrí lugares de una belleza que nunca sospeché, de una gastronomía que en su día no disfruté y un albariño al que mi mujer que no le gusta el vino blanco se aficionó.

Y aquí estoy para escribirlo, cosa que no todos pueden por desgracia hacer. Y ya pensando en el año que viene, en cuál será el próximo destino (aunque antes habrá que hacer alguna otra escapada).


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