jueves, 17 de enero de 2008

DESDE LA BITACORA DE ... Catland


El 3 de agosto llegamos a la T4, que era desde donde salía nuestro avión, en el metro, que te deja justo allí mismo. Fuimos a facturar el equipaje y… a esperar a que nuestro avión saliera a las 18:45 h., llevábamos un miedo en el cuerpo, y no era precisamente por el miedo a volar, je, je., sino porqueera la primera vez que contratábamos todo a través de Internet, y pensábamos que algo podía fallar, pero no fue así. Me sorprendió gratamente la buena organización, la salida se retrasó unos minutos, debido a que comprobaron que faltaban un par de maletas y hasta que no las encontraron y las subieron al avión, no partimos, esto me tranquilizó bastante, pensando que alguna de esas maletas podía ser una de las mías.



P R I M E R D I A

Sobre las 20:45 h., llegamos a París, habían pasado 11 años desde la última vez, tiempo en el cual pensé el aeropuerto se habría modernizado, no, seguía exactamente igual, nada que ver con la nueva terminal de Barajas, el Charles de Gaulle me pareció completamente obsoleto.

Como era ya tarde, mientras esperábamos las maletas, etc, nos dieron las 21:30, el autobús desde el aeropuerto hasta la plaza de la Opera, costaba 8 euros y pico, cada uno y luego teníamos que coger el metro hasta el hotel, porque aunque está próximo, con las maletas encima, y después del viaje, no apetecía mucho ir desde la Opera a pie, así que optamos por tomar un taxi en 10 minutos estábamos en el hotel, nos costó 30 euros, así que la jugada nos salió bien, todo hasta el momento estaba saliendo a pedir de boca. El recepcionista nos estaba esperando, ya habíamos avisado previamente que llegaríamos sobre esa hora, solicitó la documentación, y nos dio la llave de la habitación. Estaba en la buhardilla, el ascensor sólo llegaba hasta el tercer piso, por lo que tuvimos que subir a “patita”. Al abrir la puerta llegó el chasco, cualquier parecido de esa habitación con la foto que habíamos visto en internet, era pura coincidencia. El tamaño era pequeño, el baño minúsculo, el armario una estantería, pero al correr las cortinas la magia se adueñó de la estancia, que convertía nuestra “aceptable” habitación, en “bohemia” bohardilla parisina. Ya eran las 22:30 y estábamos cansados, así cenamos en un Quick, especie de Burguer King, justo al lado del hotel.



S E G U N D O D I A

Amaneció el día totalmente despejado, así que madrugamos y fuimos a desayunar a una pastelería a la vuelta de la esquina, junto a la estación de metro Grands Boulevard, Brioche Dorée, donde tenían un menú de desayuno tan bueno, que lo elegimos para desayunar el resto de los días. Lo primero que me sedujo, fue el aroma, a bollería recién horneada, todos los bollitos tenían un aspecto delicioso, y que decir de la decoración, totalmente bucólica, como una cocina de la abuela, en la que no faltaba ningún detalle, al entrar hay un buffet en el que vas eligiendo los apetitosos manjares que te apetecen, al tiempo que te preguntan qué deseas de beber, café sólo, con leche, zumo, etc. a continuación te acercas a la caja abonas la consumición y te puedes sentar en el comedor de arriba o bajar al de no fumadores en la planta de abajo, mucho más tranquilo porque no hay barra, y mucho más cómodo con mullidos sillones, donde disfrutar de un desayuno apetitoso. En cuanto al precio está muy bien, el precio normal de cualquier café en París es de 2 euros, pero fácilmente y dependiendo del local, por ejemplo en un restaurante puede subir a 3 euros. Aquí el menú compuesto por boisson chaude, o sea bebida caliente, café a gusto o té y pieza de bollería: pain au chocolat, croissants, tortel, etc. o tartine (consiste en una barrita de pan recién horneada con mantequilla y mermelada) todo por 2.55 euros. Decidimos visitar la Ile de la Cité, pues en nuestras anteriores visitas no habíamos podido visitar la Sainte-Chapelle y teníamos un especial interés. Tomamos el metro hasta la estación de Pont Neuf, al contrario de lo que su nombre indica el “puente nuevo” es el más antiguo de París. Con dos brazos, une las dos orillas del río pasando por encima del extremo sur de la isla. El Palais de la Cité es un complejo de edificios situado al oeste de la isla que comprende la Sainte-Chapelle, la Conciergerie y el Palais de Justicia (sede de la máxima autoridad judicial francesa). Para visitar tanto el Palais de Justice como la Sainte-Chapelle, hay que recorrer el Cour du Mai, al que se llega desde el Boulevard du Palais. Tuvimos que esperar cola durante 20 minutos pero sin duda mereció la pena, aunque aún estaba en obras. Luis IX, san Luis, hizo construir el edificio como un suntuoso lugar donde guardar las reliquias que había heredado del emperador bizantino, la corona de espinas de Cristo, la más venerada de todas las reliquias, motivo arquitectónico que también podemos apreciar en el pináculo de las torres. Pero sin duda lo más destacable son sus 15 magníficas vidrieras, separadas por finas columnas, elevadas 15 m. hasta el techo de la bóveda adornado con pequeñas estrellas, así como el rosetón. A continuación nos dirigimos a la Conciergerie, pero sólo admiramos su fachada, porque siguiendo nuestra ruta no disponíamos de tiempo para visitar el interior. Seguimos hacia Notre-Dame, primero admiramos la fachada y aprovechamos el sol, para hacer unas cuantas fotos, las torres, a las que por cierto no subimos por falta de tiempo y ganas, je, je, queríamos reservar fuerzas para el resto de los días, descansamos en la Place du Jean XXIII, que tiene un jardín paralelo al río desde donde se pueden admirar las esculturas, rosetones y arbotantes del lado este de la catedral. Llegó la hora de comer y habíamos pensado hacerlo en un restaurante recomendando “Les trois bourriques”, a unos 500 metros, pero desgraciadamente cuando llegamos hasta allí comprobamos que estaba cerrado por vacaciones, es lo que tiene ir en Agosto… el tiempo se nos echaba encima y no sabíamos qué hacer, la zona estaba llena de restaurantes típicos para turistas, y no nos seducía la idea de comer a precio de lujo, cualquier cosa, así que dando un paseo llegamos a un Mc Donalds, y tomamos unas hamburguesas, estaba hasta la bandera, el precio bastante similar al de aquí, nos habíamos alejado bastante de la catedral, y aún nos quedaba por ver el interior, pero como el tiempo acompañaba, nos dimos otro paseíto nuevamente hasta Notre-Dame y visitamos el interior, pero después de haber visto por la mañana la Sainte-Chapelle no había comparación…. Lo que más nos gustaron, nuevamente los rosetones, la gente no paraba de fotografiarlos.

Estábamos bastante cansados así que volvimos al hotel, tras descansar un rato salimos a dar un paseo por los alrededores. Llegamos a la Opera, justo estaba anocheciendo, pero esta luz la embellecía aún más. Volvimos hacia la zona hotel por el Boulevard Haussman, y cenamos en un italiano Pizza del Arte, tuvimos que esperar como un cuarto de hora, porque al ser sábado estaba bastante lleno, la relación precio/calidad muy buena, nos gustó tanto que volvimos otro de los días para cenar.


T E R C E R D I A

También tuvimos suerte y amaneció despejado, aunque en un principio pensábamos dedicarlo al Louvre, porque era primer domingo de mes y podíamos entrar gratis, preferimos aprovechar este claro día para subir hasta Montmatre. Fuimos en metro hasta Chateu Rouge, nos lo aconsejó una señora francesa, porque decía que era el camino más cómodo y barato…., barato desde luego, sólo el billete de metro, pero cómodo…, una vez que salimos de la estación, nos tocó subir una cuesta bastante pronunciada, hasta llegar a unas escaleras, “interminables”, llegamos arriba con la lengua fuera, pero nuestra recompensa fueron las impresionantes vistas de la ciudad que se contemplan desde allí. Paralelamente a esta escalinata se encuentran las vías de un funicular que recorre la cuesta. Si el exterior es impresionante, el interior lo es aún más con un colosal mosaico bizantino de Cristo, que domina la bóveda del presbiterio. Salimos al exterior para contemplar las cúpulas y el campanario y ver las tiendecitas de láminas y grabados de los alrededores. En ese momento pasaba un trenecillo turístico, que debido al cansancio de la subida, no dudamos en coger, pero como no sabíamos a donde iba, nos desvío ligeramente de nuestra ruta y aprovechamos un semáforo para bajarnos a unos pasos de la Place des Abbesses, un sitio realmente pintoresco, cuya estación de metro es una de las escasas estaciones art noveau originales, con sus arcos verdes de hierro labrado y sus luces ámbar. En esta misma plaza se encuentra la iglesia de St-Jean l´Evangelista de Montmatre, también en estilo art noveau, que debido a su fachada en ladrillo rojo se conoce como “San Juan de los ladrillos”. Subimos otra vez a la zona del Sacre-Coeur, rodeando sus jardines, que es justo desde donde se sacan las mejores fotos de la basílica. Y nos alejamos de la zona turística para encontrar un restaurante donde comer, “Les Vignes”, un típico restaurante francés, en el que tomamos un menú por 15 euros cada uno que no estuvo mal.


C U A R T O D I A

El lunes caían chuzos de punta, parece mentira que en pocas horas cambie tanto el tiempo. Cogimos los paragüas y tomamos el metro hasta la estación Palais Royal, Louvre, no tienes que salir al exterior, cosa que agradecimos, ya que no paraba de llover, eran las 08:30 y ya había una larga fila esperando la apertura, mientras uno guardaba fila el otro subió a la planta de arriba a sacar la entrada en una tienda dentro del recinto del museo.
Antes de la visita, seleccionamos un recorrido, para no perder el tiempo, en obras que nos interesan menos. Nosotros al entrar nos dirigimos como flechas hacia La Gioconda, la vimos de lujo, en un cuarto de hora, la sala estaba a tope, por lo cual lo mejor es ir primero a las obras por las que tengamos más interés de forma que podemos llegar antes que el grueso de visitantes. Con la misma entrada se puede visitar el museo por la mañana y por la tarde, cosa que hicimos nosotros aprovechando el día lluvioso, estuvimos por la mañana de 9:00/13:30 nos fuimos a comer un restaurante cercano a unos 500 metros el JESS CAFÉ, donde degustamos dos menús fórmula uno de 18 euros otro de 13 y el menú enfant por 8, volvimos a las 15:30 h. no tuvimos que esperar otra vez cola, ya que llevamos el correspondiente ticket, visitamos por la tarde el resto de obras que nos interesaban (o mejor dicho las que pudimos, porque interesar, son todas muy interesantes) y realizamos la visita exterior, el palais royal, los jardines, la columnata de Perrault, el arco del triunfo del carrusel.


Q U I N T O D I A

El martes lo dedicamos a Disneyland París, motivo principal viaje, ya que en esta ocasión nos acompañaba mi hija de 11 años. Fuimos en tren hasta la estación Marne-la-Vellée, nos advirtieron que nos fijáramos bien en la dirección de la cabecera, pues algunos trenes no llegaban hasta el parque, sino que iban en esa dirección pero terminaban el recorrido en otra estación. Sacamos los billetes de tren y las entradas para el parque al tiempo, resulta realmente cómodo, así no hay que esperar cola en el parque. La estación está casi “literalmente” dentro del parque, tuvimos que esperar un rato a que se abrieran las puertas, mientras un showman nos entretenía y aguantaba la impaciencia de todos los espectadores. Por fin abrieron las puertas, aprovechamos para hacer algunas fotos antes de estar rodeados de gente, pensando que a partir de ese momento empezaba la diversión, pero no fue así, tuvimos que esperar un rato, porque una vez dentro del parque, las atracciones no empiezan hasta pasados 30 minutos, tiempo en el cual pueden disfrutar de ellas los clientes que se hospedan en Disney Village. El Parque Disneyland está formado por cinco zonas temáticas: Main Street USA, en la entrada principal que representa la América de principios del siglo XX; Frontierland, representando el Oeste americano; Adventureland, que representa las Mil y una Noches, con paisajes exóticos, precisamente en esta zona es donde se encuentran dos de las atracciones que más nos gustaron pero también las más concurridas: “Piratas del Caribe” paseo en barca por grutas llenas de piratas y la “Montaña de Indiana Jones” una montaña rusa de agua; Fantasyland, donde encontramos personajes clásicos de Disney como La Bella Durmiente, Cenicienta o Blancanieves; Discoveryland, presenta las atracciones de alta tecnología como Space Mountain, Autopía una pista de coches, en la que estuvimos esperando casi dos horas…Hay restaurante en los que el menú está entre 12-15 euros, compuesto por hamburguesa, patatas y bebida y otros a precios similares a base de pizza y perritos calientes. El tema de la comida es muy subjetivo y depende de las circunstancias personales de cada uno, no es lo mismo ir en pareja que ir con niños o con bebés, se puede llevar una mochila con comida, pero ir cargado con ella todo el día si piensas montarte en muchas atracciones, pues la verdad no es demasiado cómodo. Nosotros para comer tomamos unas hamburguesas, pero tuvimos que esperar más de media hora para que nos atendieran, y para cenar, y no tener que esperar tanto, tomamos unos perritos calientes en un puestecillo. Nos quedamos hasta medianoche, pero estábamos helados de frio, y eso que era pleno agosto, por lo que os recomiendo que vayáis como “cebollas”, je, je, para poder ir quitando o poniendo ropa según vaya cambiando el tiempo… Lo que más nos gustó fue el espectáculo final, el desfile de carrozas iluminadas, y el castillo de fuegos artificiales. Cogimos el último tren con destino a París, llevando a la “Bella durmiente” a cuestas…



S E X T O D I A

El miércoles, volvió a estropearse el tiempo, así que aprovechamos para visitar el museo D´Orsay, bajamos en el metro Solferino, tuvimos que esperar unos 40 minutos, que se nos hicieron eternos, bajo una intensa lluvia. Por fin entramos, nos hicimos un poco de lío, porque al ser una antigua estación, las divisiones de los niveles no están muy claras, subimos al último nivel, que era en el que estábamos más interesados, pudimos contemplar las obras originales de las láminas que adornan nuestra casa, Van Gogh, Manet, Sisley, Renoir, etc., seguimos con la escultura, y por último con la colección de muebles art noveau. Salimos del museo y nos acercamos dando un paseo por el Boulevar Saint Germain, a Saint Germain de Pres, la pena es que seguía lloviendo sin parar, por lo que no apetecía nada sentarse en una terraza del boulevar a tomar algo. Después del maratón museístico y el paseo bajo la lluvia, llegamos al Boulevard St-Michel, estábamos bastante cansados, así que entramos a comer en un sitio del que pensamos que tendríamos que quedarnos a fregar los platos, Chez Clement, el local era superelegante, y nosotros vistiendo ropa deportiva y mojados como pollos… imaginaros la estampa, je, je.

Nos condujeron a un saloncito donde nos sentamos en unos cómodos sillones de época, por un momento me sentí Eugenia de Montijo, je, je. Y al final el menú estaba bastante bien, 19.90 euros, por entrada, plato, postre y bebida y el menú infantil por 8.50 por cuarto de pollo con patatas fritas, helado y bebida. Sin duda os lo recomiendo, es una cadena de restaurantes, hay uno en casi todos los distritos de Paris, pero este es el más elegante. Tras salir del restaurante a pocos metros nos encontramos en la Place St-Michel con la fuente del mismo nombre, que tiene un gran altura. Cuatro figuras rodean a San Miguel; representan la prudencia, la justicia, la fuerza y la templanza. Seguimos paseando bajo la lluvia hasta llegar a los Jardines de Luxemburgo, este parque es un oasis de tranquilidad, nos sentamos un ratillo a descansar, en un sitio estratégico, contemplando el Palais du Luxemburg y el estanque, por fin aparecieron los primeros rayitos de sol, justo cuando estábamos a punto de caer en los brazos de Morfeo… seguimos con el recorrido del parque y nos acercamos hasta la Fuente de Medicis, del siglo XVII. A la salida del parque divisamos al final de la avenida el Pantheón, así que hasta allí que nos acercamos, subiendo por la rue Soufflot, cada vez estábamos más cerca de la gigantesca cúpula de 117 metros de altura, sólo vimos la fachada. Muy próxima se encuentra la iglesia St-Etienne-du-Mont, de estilo gótico con una bóveda en estrella impresionante. Bajando por la rue St-Jacques, pasamos por la Sorbonne y a continuación por el Musée de Cluny, en el antiguo palacio de la abadía de Cluny. El edificio, constituido por tres alas opuestas en torno a un patio, está cerrado a la calle por un muro, en su interior hay una gran colección de arte medieval.


S E P T I M O D I A

En anteriores visitas, habíamos subido a la Torre Eiffel, por lo que sabíamos por experiencia la larga cola que nos esperaba. Madrugamos y fuimos en metro hasta la estación de Solferino, hicimos unas cuantas fotos desde Trocadero, las fuentes, los jardines, etc…, pese a ser las 08:30 de la mañana la fila para subir era kilométrica, por lo que preferimos aprovechar nuestro tiempo en disfrutar de lo que nos quedaba por ver de la ciudad, atravesamos los Campos de Marte, los jardines que van desde la torre Eiffel hasta la Escuela Militar, disparando sin parar nuestras cámaras para captar la mejor instantánea del monumento más fotografiado de Francia. Nos dirigimos a los Inválidos, admiramos su impresionante fachada de 196 metros de largo, delante de la cual había una fila con cañones de bronce de los siglos XVII y XVIII, accedimos al patio de honor, donde se estaba realizando una parada militar, después la iglesia del Dome y la cripta acristalada con la tumba de Napoleón, a la que se accede por unas escaleras curvas frente al altar. Salimos a los jardines, que no son muy grandes, pero donde se realizan bonitas fotografías con la cúpula dorada rodeada de flores. Subimos por la Avenue du Marechal Gallieni, hasta el Puente Alejandro III, el más bonito de París, de estilo art noveau, con farolas, querubines, ninfas y caballos alados, con preciosas vistas, si miras hacia atrás: la dorada cúpula del Dome; a la izquierda: la torre Eiffel y Notre Dame; a la derecha: la torre Montparnasse; hacia delante: le Petit y le Grand Palais y los Campos Eliseos; si miras hacia abajo el Sena con barcos llenos de turistas saludándote al pasar… y si miras hacia arriba: chuzos cayendo de punta, je, je. Seguimos avanzando hacia adelante a la izquierda el Grand Palais con una imponente fachada y el techo de cristal y estatuas de bronce, caballos alados y carruajes, en sus cuatro esquinas; justo enfrente el Petit Palais, sede del Museo de Bellas Artes, pasamos por la Place Clemenceau hasta los Campos Eliseos, hacia la izquierda está el Arco del Triunfo, hacia la derecha la Plaza de la Concordia, tras dudar un instante que dirección tomar, decidimos que lo mejor era ir reponiendo fuerzas, así que nos pusimos a buscar restaurante, pero en los Campos Eliseos, os podéis imaginar los precios, je, je, así que al final entramos en un Mac Donald, cuyo interior nos dejó impresionados, no era para menos, en la calle más lujosa del mundo, el local tiene que estar a tono con el resto de la calle, aunque sea una hamburguesería… el menú y el precio los mismos, la espera, también igual, lo diferente era la decoración, totalmente de diseño, con sillas ergonómicas y mullidos sillones negros. Después de reponer fuerzas, nos acercamos al Arco del Triunfo, donde vimos con estupefacción como los turistas orientales eran abordados por gitanas rumanas que se dedicaban a “distraer” todo lo que podían… mientras los turistas se abstraían ante tan emblemático monumento. Nos había quedado pendiente la Plaza de la Concordia, pero como la iglesia de la Madeleine nos pillaba de camino, en vez de volver por los Campos Eliseos, callejeamos un poco, fuimos por el Boulevard Haussmann hasta la Place St-Augustin y después el Boulevard Malesherbes, donde el lujo era el denominador común de viviendas y escaparates. Por fin llegamos a la Place de la Madelaine, comenzó a llover, momento que aprovechamos para resguardarnos de la lluvia y visitar la iglesia, donde destaca la “Asunción de María Magdalena a los Cielos”, detrás del altar mayor. Dejó de llover y salimos al exterior donde realizamos fotos de la columnata corintia, y el friso con esculturas que rodea el edificio, seguimos por la rue Royal, pasamos por el restaurante Maxim´s y llegamos a Place de la Concorde, impresionante, tanto por sus dimensiones, como por su historia con el obelisco de Luxor, que sustituyó a la guillotina en la que murieron más de mil personas, con sus fuentes y estatuas y con el insoportable tráfico. A estas alturas del día, después de haber hecho tantas fotos se nos habían acabado las pilas de la cámaray las nuestras, así que nos fuimos al hotel a “recargarnos” para el siguiente día.



O C T A V O D I A

El viernes lo dedicamos a El Marais. Desayunamos como cada día en la Brioche Doreé y cogimos el metro hasta la estación de Bastille, justo en la plaza con el mismo nombre, con el “genio de la libertad” en la cima de la columna de Julio de 51.5 metros, levantada en honor a los muertos en batallas callejeras de julio de 1830, que consiguieron la caída de la monarquía. Justo detrás la modernísima Opera de la Bastilla, cuyo edificio todo acristalado, nada tiene que ver con la Opera Garnier, por supuesto, si tengo que elegir, me quedo con la segunda, tanto por ubicación como por diseño. Muy cerca se encuentra la Place des Vosgues que data de 1612 cuando se inaguró como Place Royal, para adoptar tras la Revolución su nombre actual. Lo más destacable es su perfecta simetría, 36 casas, nueve por cada lado, de piedra y ladrillo con empinados tejados de pizarra y ventanas salientes sobre arcadas. En los soportales, anticuarios y galerías de arte. En el nº 6 de esta plaza vivió Victor Hugo, actualmente hay un museo de su vida y obra. Tras pasar un buen rato disfrutando de la plaza, nos unimos a un grupo de españoles con guía que se acercaron al Hotel Sully, una bella mansión del siglo XVII, en la Rue St-Antoine una de las calles más antiguas de París. El guía contó la historia del dueño de la casa, un notario apostador, que perdió su fortuna en una noche. Después la compró el duque de Sully, dentro hay un amplio y precioso patio, con cornisas talladas, esfinges y las estatuas de las cuatro estaciones. El itinerario seguía a través del barrio judío, por la rue Rosiers con sinagogas, tahonas y restaurantes típicos judíos. En esta zona se encuentran varios museos, que lamentablemente por falta de tiempo no pudimos visitar: el museo Kwok-On dedicado al arte del teatro oriental; el museo Cognacq-Jay colección de muebles y pinturas del siglo XVIII; el museo Picasso: casa palaciega de un recaudador de impuestos de la sal, que reúne la más amplia colección de picassos, producto de un legado familiar al Estado; el museo Carnavalet; dedicado a la historia de Paris, ocupa dos mansiones colindantes de habitaciones decoradas con paneles, muebles y objetos de arte. Tras abandonar el barrio judío, y quedarnos con las ganas de visitar los museos, nos dirigimos al Hotel de Sens, uno de los pocos edificios medievales que subsisten en París y que hoy es Biblioteca de Bellas Artes, lamentablemente sólo pudimos admirar la fachada porque el interior estaba en obras. Continuamos con nuestro paseo hasta el Hotel de Ville. Este sobrio edificio alberga las oficinas del ayuntamiento. Cuenta con una gran plaza, donde sentados en unos de sus bancos estuvimos contemplando la fachada, con tallas de piedra, torretas y esculturas. Comimos en un restaurante de la zona, el menú formula y nos acercamos al hotel a descansar. Por la tarde fuimos dando un paseo hasta las Galerias Lafayette, para comprar algunos recuerdos. Ideal si se tiene dinero, tiempo y sobretodo ganas de comprar. Se encuentran las mejores marcas del mundo. Si sólo se quiere mirar también merece la pena, pasar por allí para disfrutar de la magnífica cúpula neobizantina de Ferdinad Chanut. Viendo los precios, sólo compramos una caja de bombones con la forma de la Torre Eiffel… Fuimos a cenar a un restaurante situado justo enfrente del hotel, el Chartier, no pudimos visitarlo hasta ese momento, porque siempre había grandes colas para entrar, por lo que ese día que aún era temprano, y sólo había unas diez personas esperando, aprovechamos para comprobar si era verdad, lo que publicaban todas las críticas gourmet que colgaban en la entrada, y si los premios que adornaban sus vitrinas eran merecidos. El local tenía solera, lo primero que nos sorprendió es que nos sentaron junto a una señora con dos hijos, compartiendo mesa. La verdad es que la velada fue bastante agradable… la comida no tanto, el precio razonable. Subimos al hotel, preparamos las maletas, y contemplamos por última vez los iluminados tejados de París. El sueño llegaba a su fin. Ahora nuestra habitación nos parecía acogedora, en vez de pequeña, el cuarto de baño funcional en vez de minúsculo y las baldas de las estanterías más cómodas porque lo teníamos todo a mano, je, je.



N O V E N O D I A

Nuestro avión no partía hacia Madrid hasta las 20:00 h., por lo que apuramos hasta el último momento, dejamos el equipaje en el cuartito de las maletas del hotel y abonamos la cuenta, hasta ese momento no habíamos pagado un euro, no tuvimos que adelantar, absolutamente nada, ni cuando hicimos la reserva, ni cuando llegamos al hotel, algo que me pareció un buen detalle. Desayunamos por última vez, en la Brioche Dorée, sabiendo que esos serían los últimos croissants, y los pain chcolat (napolitanas) los mejores del mundo, y que hasta la próxima visita no volveríamos a disfrutar de ellos. Fuimos paseando hasta la Opera, y subimos por la avenida hasta la Plaza Vendome, más famosa por sus joyerías de lujo y por ser el punto de partida, el hotel Ritz, donde lady Di, comenzó su mortal huida, perseguida por los periodistas, que por la columna triunfal de 43 metros de altura, que preside la plaza. Entramos en una bombonería de Godiva, donde había bombones de todas clases, el paraíso de los golosos, compramos algunas cajas de recuerdo, que más tarde al facturar tuve que meter dentro de las maletas, porque no me las dejaron llevar en el equipaje de mano. En la zona había también varias tiendas de recuerdos, y a pesar de ser el barrio más lujoso de París, los souvenirs estaban al mismo precio que en otros sitios, por lo que aproveche para comprar varias torres Eiffel de porcelana, así como cajitas de cerámica, y miniaturas de perfumes. Nos sobraba bastante tiempo, pero teníamos acumulado el cansancio de los 8 días anteriores de maratón urbano, así que optamos por dar un paseo en barco desde el puente de la Concorde al puente Sully. La verdad es que es la forma más cómoda de ver París, sobre todo si el tiempo acompaña. A través del acristalado techo nos despedimos del museo de l´Orangerie, el puente Solferino, el museo D´Orsay, el pont Royal, el puente del Carrousel, el Louvre, el Pont des Arts, el pont Neuf, la Concergerie, el puente de Notre-Dame, momento en el que nos bajamos para tomar el metro y volver al hotel, recogimos las maletas, tomamos un taxi, y al aeropuerto, no sin antes haber comprado provisiones en la Briochee Dorée, para la cena, cosa que agradecimos, cuando comprobamos en el aeropuerto que los mismos productos estaban casi al doble de precio.



C O N C L U S I O N E S
TRANSPORTE

Echando cuentas llegamos a la conclusión de que no nos merecía la pena sacarnos la tarjeta de transporte, ya que la situación de nuestro hotel era muy céntrica, la mejor forma de ver una ciudad es pateándosela, por lo cual muchos de los días utilizábamos tan sólo un viaje, por ejemplo si vas al Louvre y te tiras allí todo el día, pues no amortizas el abono transporte. Otro problema que surge es el de las zonas, al estar dividido en varias zonas te tienes que sacar el abono de la zona que vayas a visitar, cuanto mayor sea el radio de extensión, mayor es el precio, por lo que si te vas a Disneyland Paris o a Versalles y te has sacado el abono sólo para la zona centro, pues tendrás que abonar la diferencia. Nosotros utilizamos un bono de diez billetes “literalmente”, porque no te dan un billete para diez viajes, sino que te dan diez billetes. Y los podías utilizar cuando quisieras no como los abonos que los tienes que utilizar días consecutivos, y si no los utilizas, porque te has pasado el día en un museo, o porque estás cansado, o porque debido a las condiciones climatológicas cambias el itinerario de un día a otro, lo pierdes. Los aspectos positivos del metro son: la cantidad de estaciones que hay, siempre tienes una cerca de cualquier lugar, lo rápidos que son, apenas tienes que esperar. Los aspectos negativos: las escaleras, no tienen escaleras mecánicas, sólo ví una en 9 días, por lo que muchas veces, es más práctico darte un paseíto y contemplar la ciudad, que meterte en el metro y darte una panzada a subir y bajar escaleras, sobre todo si vas con niños. Las estaciones bastante sucias y anticuadas, en Paris el metro si que “vuela”, si te descuidas puedes bajarte en marcha. Los asientos bastante usados y antihigiénicos, de tela y espuma.

MUSEOS

La carta de museos y monumentos puede ser otra opción recomendable para la gente dispuesta a hacer una auténtica maratón de museos. Se supone que es personal e intransferible .Os recomiendo que hagáis cuentas y comprobéis si os va a resultar rentable antes de comprarla porque a no ser que tengáis planificados una media de 3 ó 4 monumentos o museos por día podéis llevaros un buen chasco. Si por ejemplo compráis la carta para 4 días que vale 45 euros haceos a la idea de que o visitáis museos por valor de al menos 11 euros como media cada uno de los 4 días o estaréis regalando alegremente vuestro dinero. Por supuesto la ventaja es no tener que esperar colas. En muchos museos la entrada es gratuita para menores de 18 años. Nosotros no la sacamos, si hubiéramos ido sólo adultos, seguramente lo hubiéramos hecho, porque la hubiéramos amortizado, pero yendo con niños, te puedes dar con un canto en los dientes si aguantan dos días de maratón museística.

COMIDAS

Existen los menús fórmulas que consisten en Entrada + plato+ bebida o Plato + postre + bebida por unos 15 euros, si quieres Entrada+plato principal+postre+bebida, ascenderá a 20 euros. El precio de la comida suele ser más o menos como en España, lo que varía es el precio de la bebida, hay que tener bastante cuidado, la bebida que entra en el menú, suele ser un vaso pequeño, ya sea de agua, vino, cerveza o refresco. Nosotros los primeros días fuimos de “pardillos”, pagando más por la bebida que por el menú en si, porque por una lata de coca cola o por una cerveza te piden 5 euros, lo mismo por una botella grande de agua. Hasta que nos fijamos que los franceses pedían “garaffe d´eau” o sea agua del grifo, te pides tu menú y cuando se te acaba la bebida pides “garafdó” y te ponen una jarra de agua, que parece mineral, y encima gratis, por lo que te ahorras una pasta. El mismo menú suele ser bastante más caro a la hora de la cena que a la hora de la comida.

En París, “un sandwich” es “un bocata con pan de baguette”. Si lo que quieres es un sandwich (con pan de molde) lo que tienes que pedir es un croque-moisieur. Muy a menudo vienen con queso derretido por encima. Un bocata de cualquiera de los dos tipos vale unos 3 €. Si te gustan los bocatas “vegetales” (lechuga, tomate, huevo...) recuerda que “vegetal” se dice “crudités” (por ejemplo, un “vegetal de atún” es un “thon-crudités”, uno de pollo es un “poulet-crudités”). Para este tipo de cosas os recomiendo una vez más la Brioche Dorée, hay un montón repartidas por todo París. También se puede comprar las baguettes, kilométricas por 0.50 euros y hacerte tu mismo el bocata, hay montones de supermercados, chinos, etc, donde comprar latas, embutidos, patés y quesos a buen precio. Otro sitio muy recomendable son las Creperies, yo sólo he probado las crepes dulces, las de nocilla, con plátano y nata, realmente deliciosas y llenan un montón; pero también las hay saladas, de jamón de york, salchichas, marisco, etc., su precio oscila entre 4 y 16 euros depende del relleno, pero con una ya has cenado.


Información y fotografías: http://www.trivago.es/catland-10175m/viajes/travel=1631

2 comentarios:

Prisilla dijo...

Guau, Montse, qué gran diario! Perdona por no haberlo leído antes, pero estas semanas están siendo una locura! Tienes un fondo increíble para escribir diarios de viajes! Me encantó el tuyo.. Joo, 9 días en París!! No suelen ser tan largas las estancias de París.. Buena pinta el sitio del desayuno, y buena decisión la de domingo de ir a Montmatre! Tienes una hija preciosa.. :) Gran descripción... por unos momento me sentí en París :). Gracias!

Emi dijo...

Pues yo tengo ganas de ir para hacerme la maratón de museos como la llamas tu, espero que no tarde mucho para cuando sea volveré a tu diario que está genial, estupendo tu trabajo, así da gusto.